16/6/12

No sé si pasó

Recuerdo un día
albergando en mi memoria
el deseo imprudente
de una lagrima en mi rostro.

La llamé solemne y tardía;
sintiendo en mi cuerpo
como al suscitarla en mi mente
devoraba cada espacio de melancolía.

El recuerdo oportuno del alma
empañó el deseo de mis ojos
como el deseo de la lluvia,
fría, cálida, intempestiva y ligera.



Aquel momento en mi mente
bailó un jazz sin herirme,
sin borrar cada sombra
sintiendo ligeramente.

Entonces la lágrima brotó,
entre las llamas ardientes
de mis profundos y apesadumbrados.
ojos negros.

Mis escasas pestañas
se contrajeron la una a la otra,
suplicando con ansias
que la lagrima se deslizara sobre mi rostro.

Los surcos trazaron una vía
y ésta, melancólica y triste,
alcanzó a tocar mi piel,
mis pecas, mis labios.

Era bruma pura.
Toda petición;
de un momento,
de impaciencia, de razón.

Quería sentir sobre verde pino
sobre un ente que no habito;
sobre escamas y cayos
que no habían salido.

No fue hasta su caricia
que sentí lo que buscaba.
El dolor que ahí vivía;
que no quería y no podía.

No está bien implorarla y llamarla;
no es como el monje que busca castigo.
Remueve desde la arena profunda,
arraiga las raíces del alma.

Y las sombras de la oscuridad,
y cada negro más profundo
arremeten contra ti,
contra la lágrima.

Contra las rayas blancas y negras,
contra la lucha y en cada ruta.

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