26/1/12

Un cisne que perdió el casco

VIII

No hay un fin aunque conozcas otro comienzo.

Tus labios tienen la tenacidad suficiente para soportar aquellas palabras.

Han sentido aquel amor.

Vivir el presente te hace habitar la nada.

Sólo asientes y sonríes.

Tratas de sellar con la música aquel vacío lleno de recuerdos que no pueden ocupar otro espacio.

Deseas que tú mente se estabilice y no decaiga en melancolía.

Tu nariz es perfecta.

Seguramente ha batallado para detener una que otra lagrima.

IX

Hablas de que duele otra vez.

Tu voz retumba en los paneles de mi mente.

Ahora estoy afuera.

Veo el reflejo de los árboles en mi ventana.

Tú y yo estamos ahí.

Afuera.

Tú estás dentro.

Ambos vemos el recuerdo de un deseo.

Un intento por combatir el dolor que nos produce ver como un tiempo sucede otro tiempo.

Y tú y yo pendemos de un hilo.

X

Las ráfagas de viento de una maratón nos mecen.

La carrera es el tiempo, no se detiene.

Toneladas de antílopes horrorizados dirigiéndose a un precipicio.

Ambas estamos en el borde del risco.

Dices que recuerdas y parece que lo haces.

Contigo sentía la libertad y el amor.

El concepto.

El hecho.

La palabra.

Tu mirada apunta arriba. Hacia el cielo de los recuerdos.

XI

Lo ves a él en tus recuerdos. El amor que hubo entre los dos.

Ella sigue viviendo en el dolor. Él permanece en la ausencia.

No me olvides. Te lo ruego.

Veo la luz entrar por la ventana. Su reflejo centellante sobre el piso blanco. Su luz cegadora.

Mis ojos están empañados y la imagen se mueve en mi cabeza.

Todo es blanco.

Todo lo que veo es blanco.

Un vacio blanco.

Estoy ciega.

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